El Gallo de la Catedral
Leyenda del Gallo de la Catedral
Es una leyenda que se originó en la ciudad de Quito, capital del
Ecuador. Al respecto hay que señalar que casi todas las leyendas ecuatorianas
datan del periodo colonial y se han transformado en un género muy importante
dentro de la tradición cultural que rige en el país. Algunas de las leyendas
más conocidas que se manejan en el ámbito de la cultura popular quiteña son la
historia del Padre Almeida, la leyenda del indígena Cantuña y la leyenda del
Gallo de la Catedral.
Respecto a las leyendas populares se pude decir que estas suelen tener
alguna base real, la cual ha sido deformada en el transcurso de los años hasta
alcanzar la versión que ha llegado a contarse en la actualidad. Hay que agregar
también que las leyendas suelen tener un trasfondo o enseñanza hacia la
necesidad de mantener determinados valores morales y en el caso de que no sean
cumplidos se narran las consecuencias.
La Leyenda del Gallo de la Catedral ha sido una de las leyendas más difundidas y atesorada por quienes habitan en la ciudad de Quito. Dicha leyenda hace referencia a Don Ramón Ayala y Sandoval, quien era un hombre adinerado, que tenía un estilo bohemio y se dedicaba a la buena vida. Este personaje peculiar además poseía una innegable afición por la vihuela o guitarra, la mistela o el licor y la conocida como graciosa “chola” Mariana, la cual le robaba más de un suspiro.
La Leyenda del Gallo de la Catedral ha sido una de las leyendas más difundidas y atesorada por quienes habitan en la ciudad de Quito. Dicha leyenda hace referencia a Don Ramón Ayala y Sandoval, quien era un hombre adinerado, que tenía un estilo bohemio y se dedicaba a la buena vida. Este personaje peculiar además poseía una innegable afición por la vihuela o guitarra, la mistela o el licor y la conocida como graciosa “chola” Mariana, la cual le robaba más de un suspiro.
De igual forma, este personaje de Don Ramón, se llegaba a vanagloriar de sus 40 años de soltería, y de su hacienda, así como de su apellido. Don Ramón desarrollaba su vida bajo un horario estricto que consistía en la siguiente rutina: se levantaba a la 6:00am para posteriormente ponerse el poncho de bayeta e iniciar el desayuno que consistía en lomo asado, papas, un par de huevos fritos, una taza de chocolate, pan de huevo, y un queso de Cayambe muy tentador.
Después que Don Ramón desayunaba como un dios, salía y se pasaba por la biblioteca y en dicho sitio disfrutaba de los recuerdos de sus antepasados. Luego de tomar una siesta, Don Ramón se sometía a un masaje con agua olorosa y a las 15:00 pm en punto salía a la calle derrochando elegancia. Es así que en el trayecto Don Ramón se detenía justo en el petril de la catedral, y así se dio el primer encuentro del ilustre quiteño con el popular gallito.
así como, con un gesto desafiante Don Ramón decía: ¡Qué gallito,
qué disparate de gallito! Este quiteño también estaba loco de amor por la
“chola” mariana, una mujer que era dueña de un local de venta de licores, donde
la gente cuando iba a escuchar la misa se espantaba al pasar por ese
establecimiento, y Don Ramón, ya pasado de tragos, comenzaba a lanzar epítetos
a todo el mundo. Uno de los insultos que Don Ramón decía era: ¡El que se crea
hombre, que se pare enfrente! ¡Para mí no hay gallitos que valgan, ni el de la
catedral!, esto Don Ramón lo repetía una y otra vez.
Una cierta noche, cuando eran las 20:00 horas aproximadamente, Don Ramón pasaba ebrio por el petril de la catedral y trató nuevamente de desafiar al gallo. Cuando este quiteño alzó la mirada y se disponía a gritarle al gallo, este gallito alzó su pata y rasgó con su espuela la pierna del noble quiteño, quien cayó al piso. Posteriormente el ave levantó el pico y le sentó un feroz golpe en la cabeza a Don Ramón. Este horrorizado ante lo que sucedía, comenzó a pedir perdón y clemencia al gallo, así que el animal le preguntó al noble quiteño si jamás volvería a beber y a lanzar injurias a las personas. De esta manera el aristócrata prometió enmendar su vida y no materializar más abusos.
Una cierta noche, cuando eran las 20:00 horas aproximadamente, Don Ramón pasaba ebrio por el petril de la catedral y trató nuevamente de desafiar al gallo. Cuando este quiteño alzó la mirada y se disponía a gritarle al gallo, este gallito alzó su pata y rasgó con su espuela la pierna del noble quiteño, quien cayó al piso. Posteriormente el ave levantó el pico y le sentó un feroz golpe en la cabeza a Don Ramón. Este horrorizado ante lo que sucedía, comenzó a pedir perdón y clemencia al gallo, así que el animal le preguntó al noble quiteño si jamás volvería a beber y a lanzar injurias a las personas. De esta manera el aristócrata prometió enmendar su vida y no materializar más abusos.
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